domingo, 7 de diciembre de 2008

Sonata Navideña






SONATA NAVIDEÑA


Rayaba el día cuando llegó a casa, lo había pasado en grande y aún no se lo creía. Primera noche vieja que salía y no hubo horarios, ni entrecejo fruncido, ni apelación a la buena voluntad y conducta. Todo había sido perfecto; bailó, cantó, saltó, charló; casi todo en ó.

Estuvo con Enemerio, tan pesado como siempre, y aún en año nuevo seguía con su teoría de la ética pelética, pelam pelam mética y de la ética pelética pelam pelam cuda, ella que era muy educada asintió y salvó la situación con mucha dignidad. También se encontró con Neumútrico, se saludaron de pasada, ella lo encontró un poco fondón, había dejado el equipo de parchís y eso se notaba.

Bailó con su pandilla de amigos, y Margarina otra vez más, quería darse importancia inventando pases de baile nuevos. No tenía sentido del ridículo pero era muy divertida y muy loca. Suspiró cuando pasó Narciso, cada vez estaba más bueno, (y sí, hay que reconocer que el chaval estaba rollizo...Nota del autor) un poco estirado, quizás le apretaba la tanga, pues seguro que llevaba tanga, sobre ello habían hecho apuestas, pero ninguna se atrevía a preguntárselo, él…imponía. Por lo demás todo fantástico, como siempre, sólo que más prolongado en el tiempo.

Mientras sacaba las llaves del bolso, volvió a la realidad, estaba cansada, deseaba coger la cama y darle una paliza; pero ¡Qué genial! lo había pasado estupendamente, había valido la pena. Introdujo la llave en la cerradura y abrió muy despacio y con sigilo se deslizó en el interior de recibidor, se vio en el espejo y a pesar de las horas transcurridas y del ajetreo del baile el peinado había resistido estaba todavía en pie. Pero ¡Dios mío! no, no puede ser, exclamó. No podía creer lo que estaba viendo, estaba horrorizada, no podía ser, eso no era real, no podía ocurrirle a ella, pero ¡cómo! ¡de qué manera!, sólo bailando y charlando era imposible que pudiese ocurrir un hecho de esa magnitud, y que ella de casa así no había salido, eso seguro.

Cierto que era la prenda más preciada, cierto que se había emocionado al verla y al ponerla, pero estaba segura que la había puesto bien, como podía entonces en estos momentos tener el sujetador puesto por fuera del vestido, ¡cómo!...
Se escuchó un portazo, y un claxon a lo lejos daba cuenta de cierta actividad, y a su vez sirvió para despertarla de un profundo y maravilloso sueño y regresar a la realidad; pues era treinta y uno de diciembre y aún quedaba un largo día para otro año...¿Superará la realidad la ficción?...



Marcial Cortegoso


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